España en la Primera Guerra Mundial se mantuvo neutral durante todo el conflicto, pero éste tuvo importantes consecuencias económicas, sociales y políticas para el país, hasta tal punto que se suelen situar en los años de la guerra el inicio de la crisis del sistema de la Restauración que en 1923 se intentaría resolver mediante la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera.
La guerra ha trastornado de tal manera la situación económica del país que hoy es imposible la vida. Muchas fábricas han cerrado, otras tienen a sus obreros a medio trabajo, hay fábricas que están haciendo un soberbio agosto y, sin embargo, éstas no han aumentado sus jornales, a pesar de saber sus dueños que todo ha encarecido
Periódico El Liberal de Sevilla. 27 de noviembre de 1916.
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НПК – Аксёнова А. (март, 2018г.) «Испания в годы первой мировой войны»
(Доклад на испанском языке. Аксёнова Анастасия, 10-Б. Руководитель Гущина М.Н.)
España en la Primera Guerra Mundial. El 7 de agosto de 1914 el gobierno del conservador Eduardo Dato decreta la neutralidad de España
España en la Primera Guerra Mundial se mantuvo neutral durante todo el conflicto, pero éste tuvo importantes consecuencias económicas, sociales y políticas para el país, hasta tal punto que se suelen situar en los años de la guerra el inicio de la crisis del sistema de la Restauración que en 1923 se intentaría resolver mediante la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera.
La guerra ha trastornado de tal manera la situación económica del país que hoy es imposible la vida. Muchas fábricas han cerrado, otras tienen a sus obreros a medio trabajo, hay fábricas que están haciendo un soberbio agosto y, sin embargo, éstas no han aumentado sus jornales, a pesar de saber sus dueños que todo ha encarecido
Periódico El Liberal de Sevilla. 27 de noviembre de 1916.
Antecedentes.
Cuando se inició el conflicto europeo el 28 de julio de 1914, España era un país económicamente atrasado, con solo el País Vasco y Cataluña con una industria importante, un país que tras el Desastre del 98 y el posterior tratado con Alemania en 1899 se había quedado sin colonias, estaba moralmente destrozado, con el sistema de gobiernos del «turno» cuestionado, con un ejército que se encontraba anticuado, casi sin armada naval, y con el problema de Marruecos que desembocaron en crisis y huelgas como la Semana Trágica en 1909.
Además, España no pertenecía ni a la Entente Cordiale ni a la Triple Alianza. En 1906, tras la Conferencia de Algeciras, a España se le asignó un territorio del norte de Marruecos, que se convirtió en una fuente de problemas militares continuos y que tras el inicio de la ocupación española en 1909, no se consiguió pacificar hasta pasados quince años.
Marruecos y el Reparto de África fue escenario de dos graves crisis políticas y militares entre las principales potencias (Reino Unido, Alemania y Francia principalmente), que estuvieron a punto de desencadenar la Primera Guerra Mundial, con unos pocos años de antelación: la Primera Crisis Marroquí ocurrió en 1904 y se solucionó con la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906 y la Segunda Crisis Marroquí, en 1911 resuelta tras un acuerdo franco-alemán en ese mismo año.
Neutralidad española
El 7 de agosto de 1914, la Gaceta de Madrid publicaba un real decreto por el que el gobierno del conservador Eduardo Dato se creía en el «deber de ordenar la más estricta neutralidad a los súbditos españoles con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho Público Internacional».
Causas de la neutralidad española.
El gobierno conservador de Eduardo Dato decidió mantener a España neutral, porque en su opinión, compartida por la mayoría de la clase dirigente, carecía de motivos y de recursos para entrar en el conflicto. El rey Alfonso XIII también estuvo de acuerdo, aunque según confesó al embajador francés le habría gustado que España entrara en la guerra del lado aliado a cambio de «alguna satisfacción tangible» —probablemente Tánger y también manos libres en Portugal— pero que se encontraba rodeado de «cerebros de gallina» —es decir, acusaba a los políticos de pensar como cobardes— y que él «estaba en una posición muy difícil».
Muy pocos se opusieron a la neutralidad. El caso más notorio fue el Diario Universal, órgano del liberal conde de Romanones, que publicó un artículo sin firma —aunque todo el mundo lo atribuyó a Romanones a pesar de que éste negó haberlo escrito— titulado Neutralidades que matan en el que defendía la participación de España en la guerra del lado de los aliados, en coherencia con la política exterior española alineada con Francia y Gran Bretaña desde 1900. «Es necesario que tengamos el valor de hacer saber a Inglaterra y a Francia que con ellas estamos, que consideramos su triunfo como el nuestro y su vencimiento como propio», se decía en el artículo. Pero «la más estricta neutralidad» se impuso, respaldada por el rey.
España era un país con poca densidad en comparación con otros países europeos y que la mayoría de la población se encontraba en Madrid y las regiones costeras.
España era un Estado de segundo rango, que carecía de la potencia económica y militar suficiente como para presentarse como un aliado deseable a cualquiera de las grandes potencias europeas en conflicto (Alemania y Austria-Hungría, por un lado; Gran Bretaña, Francia y Rusia, por otro). Por eso ninguno de los países beligerantes protestó por la neutralidad española. "No dejaba de ser una declaración de impotencia… puesto que se basaba en lo que todo el mundo admitía con mayor o menor sonrojo: que España carecía de los medios militares necesarios para afrontar una guerra moderna", afirma Javier Moreno Luzón.
Así lo reconoció el primer ministro Dato en una nota dirigida al rey, en la que añadió otra consideración (las tensiones sociales que provocaría): «Con sólo intentarla [una actitud belicosa] arrunaríamos a la nación, encenderíamos la guerra civil y pondríamos en evidencia nuestra falta de recursos y de fuerzas para toda la campaña. Si la de Marruecos está representando un gran esfuerzo y no logra llegar al alma del pueblo, ¿cómo íbamos a emprender otra de mayores riesgos y de gastos iniciales para nosotros fabulosos?».
El estado precario del ejército fue fundamental para decidir la neutralidad. Se acababa de meter en la aventura del protectorado del norte de Marruecos. Se trataba de un ejército de tierra anticuado, mal armado y que, debido al número excesivo de oficiales que tenía, gran parte del dinero destinado al ejército se redistribuía entre la nómina de los oficiales, con lo que el país se había visto incapacitado para librar una carrera armamentística a principios del siglo XX como habían hecho gran cantidad de países e imperios europeos. Por otro lado, la armada había sido considerada una de las principales culpables de la derrota del 98 y había perdido dos escuadras enteras en esa guerra. Fue olvidada hasta 1908, cuando durante el gobierno largo de Antonio Maura se aprobó la construcción de los acorazados Clase España y otros buques menores en el denominado Plan Ferrandiz.
El estallido de conflictos sociales, debido a la cada vez mayor conciencia de clase de los obreros, y el desarrollo y crecimiento de sindicatos y partidos de izquierda, sobre todo republicanos, ajenos al «turno» característico de esta época política del país, cobraba mayor importancia debido a episodios como la Semana Trágica de Barcelona de 1909 o el asalto de miembros del ejército a periódicos catalanes en 1905. Si España intervenía en la guerra y el desarrollo de la guerra no era favorable, se podría producir una revolución como la Revolución Bolchevique que afectó a Rusia.
Aliadófilos y germanófilos.
El Conde de Romanones fue presidente del gobierno. Siguió la política de neutralidad, aunque debido a los ataques de los submarinos alemanes, se fue volviendo más pro-Entente.
Desde el punto de vista político, la Gran Guerra acentuó el enfrentamiento entre las derechas («germanófilos» que veían en Alemania y en Austria-Hungría los representantes del orden y de la autoridad) y las izquierdas («aliadófilos», que veían en Gran Bretaña y en Francia, «el derecho, la libertad, la razón y el proceso contra la barbarie», en palabras del republicano Lerroux).
Como ha señalado Manuel Suárez Cortina, "las principales voces germanófilas del país eran las del clero, el ejército, la aristocracia, las élites terratenientes, la alta burguesía, la corte, los carlistas y los mauristas. Por el contrario, los partidarios de los aliados eran los regionalistas, los republicanos, los socialistas, los profesionales de clase media y los intelectuales, que vieron en la guerra un instrumento para forzar en España una transición hacia una verdadera democracia".
En Cataluña se formó un contingente de voluntarios que combatió en las filas del ejército francés. Por otro lado, los dos bandos contendientes desplegaron durante toda la guerra una intensa campaña diplomática y propagandística que incluyó la financiación de periódicos para garantizar el apoyo español a su causa.9 Además los imperios centrales enviaron agentes al protectorado español de Marruecos para alentar levantamientos antifranceses de las cabilas y boicotear el suministro de materias primas y manufacturas a los aliados. La neutralidad sólo estuvo en peligro cuando los submarinos alemanes comenzaron a hundir barcos mercantes españoles.
Los territorios en África
En comparación con las colonias de otras potencias europeas, España poseía pequeños territorios en África, tanto en el continente o en islas cercanas, debido al Reparto de África y al deseo de querer colonias para compensar las pérdidas ultramarinas tras el Desastre del 98.
Protectorado español de Marruecos
Tras la Conferencia de Algeciras, Francia cedió el norte del actual Marruecos, un territorio montañoso de unos 20.000 km² que fue escenario de una guerra en 1909 (Guerra de Melilla). En 1912 se convirtió en el Protectorado español de Marruecos, que consistía en dos territorios, los cuales ocupaban la zona norte conocida como el Rif y la zona sur conocida como Cabo Juby que tenía frontera con el Sáhara español. El conflicto no se solucionó del todo y se convirtió en una guerra de desgaste (Guerra del Rif). No se pacificaría totalmente hasta mediados de la década de los años 20.
En el centro del Protectorado francés de Marruecos se le había asignado a España la pequeña colonia de Ifni, emplazada alrededor de la ciudad de Santa Cruz de la Mar Pequeña (Sidi Ifni), si bien este territorio no sería ocupado hasta 1934.
Río de Oro
Tras delimitarse las fronteras con Francia en el 1900, el territorio fue colonizado y dividido en dos provincias, Río de Oro y Saguia el Hamra. En total los territorios ocupaban un área de unos 466 000 km², 282 000 km² y 184 000 km² respectivamente. Estaba habitado por tribus bereberes. Su único asentamiento era Villa Cisneros, hasta que en 1916 el gobernador Francisco Bens ocupa Cabo Juby, poniéndole el nombre de Villa Bens (llamada Tarfaya por los nativos) a la capital de la zona. El interior de la región apenas se había explorado, comenzando en esa época a lanzarse expediciones hacia el interior para reforzar la presencia española, y hacerla formal y no sólo nominal (en 1920 se funda La Güera en Cabo Blanco).
Guinea española
En 1900, en el contexto mundial del reparto de África, el gobierno español negoció con las potencias y obtuvo en 1900 un territorio de 26.000 km² en el continente africano, Río Muni, que se llamó «Guinea Continental Española» y que, junto con las islas de Fernando Poo (hoy llamado Bioko) y Elobey, Annobón y Corisco, se unificó posteriormente en el territorio de Guinea Española (hoy Guinea Ecuatorial).
La presencia española fue al principio casi puramente testimonial. El territorio continental estaba habitado por la tribu de los fang. Al estallar la guerra en 1914, Río Muni estaba totalmente rodeada por la colonia alemana de Camerún y no muy lejos del África ecuatorial francesa, de manera que cuando empezaron los combates entre las tropas coloniales, hubo miedo por parte de las autoridades españolas de que esos combates se trasladaran a Río Muni. Para solucionar el problema, el gobernador Ángel Barrera hizo instalar cuatro puestos militares (Mibonde, Mikomeseng, Mongomo y Ebibeyín) muy simples (sin emisoras de radio o ametralladoras y con muy pocos soldados), pero que fueron suficiente para mostrar los límites simbólicos de la soberanía española y cumplieron su función evitando la extensión de la guerra hacia la Guinea Continental. Posteriormente esas bases se convirtieron en focos de crecimiento comercial y desde allí se lanzaron ataques contra los fang que se resistían a la colonización.
En 1918 y con el conflicto mundial a punto de finalizar, ocurrió una rebelión indígena en el interior de Río Muni, que fue reprimida por las tropas coloniales españolas. No obstante, los conflictos armados que a menudo rebasaban las fronteras de la colonia convencieron a las autoridades para empezar una verdadera colonización del territorio. Al término de la Gran Guerra, comenzarían a establecerse misiones, plantaciones y puestos militares en a lo largo del interior del territorio guineano, mientras se lanzaban expediciones para someter a las tribus.
Consecuencias de la neutralidad española
No hubo importantes consecuencias negativas iniciales, debido a la ausencia de grandes presiones políticas, que sí sufrieron otros países que proclamaron la neutralidad al principio de la guerra, como Grecia o Italia. El mayor problema consistió en el hundimiento de mercantes españoles por parte de los submarinos alemanes. Se calcula que estos submarinos hundieron en toda la guerra entre 139.000 y 250.000 toneladas, el 20% de la flota mercante española. El español más ilustre que moriría debido a estos ataques fue el compositor Enrique Granados.
La neutralidad tuvo importantes consecuencias económicas y sociales ya que se produjo un enorme impulso del proceso de "modernización" que se había iniciado tímidamente en 1900, debido al aumento considerable de la producción industrial española a la que de repente se le abrían nuevos mercados (los de los países beligerantes). Sin embargo, la inflación se disparó mientras que los salarios crecían a un ritmo menor y se produjeron carestías de los productos de primera necesidad, como el pan, lo que provocó motines de subsistencias en las ciudades y crecientes conflictos laborales protagonizados por los dos grandes sindicatos, CNT y UGT, que reclamaban aumentos salariales que frenaran la disminución de los salarios reales debido a la inflación. Según los datos del Instituto de Reformas Sociales en 1916 los precios de los productos básicos se habían incrementado entre un 13,8% la leche hasta un 57,8% el bacalao, pasando por un 24,3% el pan, un 30,9% los huevos o un 33,5% la carne de vacuno.
Así pues, superado el impacto negativo inicial, la Primera Guerra Mundial produjo un auténtico despegue económico en España, gracias a la declaración de neutralidad. Los países beligerantes necesitaban alimentos, armas, uniformes, metal y carbón. Además, desapareció la competencia extranjera. El crecimiento fue notable, sobre todo en la industria textil catalanas, la minería del carbón asturiana, la siderurgia vasca y la agricultura de cereales. Crecieron también la industria química y la construcción naval. La industria de armas ligeras también experimentó un gran crecimiento, aunque no la de armas pesadas. Se fabricaron enormes cantidades de pistolas y fusiles que principalmente fueron producidos para los aliados, hasta el punto de que el modelo de pistola español Campo Giro llegó a ser reglamentaria en el ejército francés; también se vendieron grandes cantidades de fusiles Mauser a los aliados.
El espionaje (y contraespionaje) por parte de los bandos beligerantes se convirtió en una actividad importante en todo el país. Barcelona se llegó a convertir en un verdadero nido de espías y la propia Mata Hari llegó a estar espiando al embajador alemán. Las principales actividades realizadas tenían que ver con las embajadas de los países rivales y las operaciones de los submarinos alemanes. Los ingleses llegaron a descubrir los códigos de los mensajes que las embajadas españolas enviaban a la capital y así averiguar los propósitos del gobierno español.14
Submarino alemán de la primera guerra mundial SM U-9. Se calcula que los submarinos alemanes produjeron pérdidas de entre 139.000 y 250.000 toneladas en la flota mercante española. Dos de estos submarinos estuvieron internados en España (el SM UB-23 en La Coruña y el SM UB-49 en Cádiz),15 y otros dos, visitaron puertos españoles, uno de ellos, el SM U-35, transportando hasta Cartagena una misiva del Kaiser al Rey.16
Como consecuencia de todo esto, se produjo un claro superávit de la balanza comercial y un notable incremento de los beneficios empresariales. Gracias a ello, se canceló la deuda externa española y se acumuló oro en el Banco de España, en Madrid. Por primera vez en su historia moderna, España no estaba en déficit comercial respecto al comercio con el exterior.
Consecuencias políticas
Según el historiador Manuel Suárez Cortina, "los efectos sociales y políticos de la guerra representaron un factor decisivo en la crisis definitiva del sistema parlamentario tal como venía funcionando desde 1875. La escasez de alimentos, el dislocamiento económico, la miseria social, la precariedad y la inflación estimularon el despertar político y la militancia ideológica de las masas. Bajo estas condiciones, la modalidad clientelar y caciquil de la política española se descompuso. Tras la guerra ya no fue posible restaurar el viejo orden". La historiadora Ángeles Barrio, por su parte, afirma que la guerra "no fue sin embargo la causa inmediata del hundimiento del bipartidismo. El sistema de partidos estaba ya en descomposición cuando estalló la contienda, y la coyuntura especial de la neutralidad sólo aceleró su declive en medio de un ambiente progresivamente crítico contra el régimen. Era la sociedad la que, en pleno proceso de cambio, comenzaba a reclamar el derecho efectivo a la representación, el final definitivo de la vieja política, con lo que ello suponía de amenaza de impugnación para el sistema".
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